Excelente reflexión de Catón
¿Por qué no prospera este país? Porque hay en él mucha gente que siempre está esperando recibir, pero jamás está dispuesta a dar. Todo mundo defiende sus derechos, pero son pocos los que piensan en sus obligaciones. En cierta ocasión mi tío Alberto iba en su camioneta por la carretera, y vio a un campesino que caminaba penosamente bajo el sol canicular llevando en sus espaldas una carga pesadísima de leña. Detuvo mi tío su vehículo y le preguntó al hombre a dónde iba. “Voy al ejido tal” -respondió él. Faltaban 5 ó 6 kilómetros para llegar. Le dijo mi tío: “Te llevo. Echa la leña atrás. Nomás te pido que me platiques, porque ya me venía durmiendo”. Subió, en efecto, el individuo, y empezó a hablar de las cosas de su rancho: que en una boda hubo muertito; que la hija de Fulano se juyó con el muchacho de Zutano; que no había llovido nada... De pronto el individuo interrumpió su conversación y le preguntó a mi tío: “Óigame: ¿y cuánto voy ganando por hacerle plática?”. Mi tío detuvo con brusquedad la camioneta; hizo que el hombre se apeara y bajara su leña, y siguió su camino mascullando juramentos y haciendo amargas reflexiones sobre la ingratitud humana. Y es que siete décadas de gobiernos paternalistas quitaron a muchos mexicanos su condición de ciudadanos, e hicieron de ellos obsecuentes súbditos que todo lo esperaban del sexenal monarca, que todo recibían de gratis, y que buscaban medrar sin esforzarse. En las mismas seguimos, por desgracia. Ya lo decía aquel sujeto descarado: “Mientras cómanos, duérmanos y ámenos, aunque no trabájenos”
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